Un nuevo milagro

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Por estos días, el debate por la campaña presidencial ha puesto en escena dos visiones predominantes de desarrollo. Una, liderada por la ex ministra Matthei,  que insiste en que el crecimiento económico y estabilidad es el motor para salir de los problemas sociales y la otra, liderada por la ex presidenta Bachelet, con un programa reformista basado en tres pilares: reforma tributaria, educacional y política (nueva Constitución).

El reformismo de la Nueva Mayoría, coalición que está en la mejor posición para ganar la elección, ha sido criticado porque pone en riesgo el “milagro chileno”, caracterizado por un sostenido crecimiento económico que ha permitido disminuir drásticamente la pobreza. Ese proceso fue fruto de las reformas que liberalizaron la economía e impulsaron el rol privado en el desarrollo del país, originado en la dictadura y adaptado por los gobiernos de la Concertación.

Este milagro ha llegado a una instancia decisiva. La percepción mayoritaria es que los beneficios de este proceso han favorecido a una mínima porción de chilenos y al resto no ha llegado la prosperidad que se auguró. Bajas pensiones, una educación de mala calidad y cara, deficiente acceso a salud y vivienda, ciudades segregadas, delincuencia, entre otros, son el listado de los contra que se enrostran hoy a la clase política.

Al examinar la confianza en nuestra sociedad – lo que equivale a un examen de sangre de un paciente- nos muestra que sólo el 13% de los chilenos expresa alta confianza en sus conciudadanos, lo que nos ubica como el país con menor confianza ciudadana de los miembros de la OCDE.  Otro indicador interesante es que el 38% de los chilenos reporta que le es difícil o muy difícil vivir de sus ingresos actuales. El promedio OCDE es 24%. En tanto, el informe Latinobarómetro de 2011 muestra para nuestro país una baja generalizada en la confianza en todas las instituciones medidas, entre ellas, iglesia, medios de comunicación, gobierno y empresa privada, tendencia que persiste en la medición de 2012.

¿Cómo se explica esa desconfianza entre las personas? La raíz del problema está en la conocida desigualdad de ingresos que tenemos, con un coeficiente de Gini de 0,50, muy por sobre del 0,31 promedio de  países miembros de OCDE.

Nuestro modelo de desarrollo ha generado situaciones de exclusión que están dilapidando la confianza y así lo estamos viendo a través de la proliferación de conflictos y ese estado de malestar que se expresa en las calles y que las candidaturas emergentes buscan capitalizar. Atacar la desigualdad es el desafío de esta generación, como lo fue disminuir la pobreza hace 20 años.

La Nueva Mayoría tendrá la responsabilidad de liderar las reformas que reviertan estas situaciones de exclusión y seguramente no será un camino ideal exento de tropiezos. La crisis de representación de nuestro sistema político es la principal debilidad para este impulso reformista. Así, lograr una sociedad más equilibrada y con mayor confianza ciudadana será un verdadero milagro. El milagro que nos falta para ser un país próspero de verdad. 

 

Diario El Sur de Concepción, 7 de noviembre de 2013.

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