la Voz de los ’80

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Todos los cambios generan incertidumbre y habitualmente hacen florecer cuestionamientos o suposiciones que están más anclados en las ansiedades y expectativas que en la realidad. Por estos días estamos viendo cómo se instalará el nuevo gobierno y ese proceso no ha estado ajeno a dimes y diretes. Eso no tiene nada de malo. Es de lo más humano que hay. Todos tenemos supuestos y tratamos de leer la realidad para entenderla y tomar posturas propias o seguir las predominantes.

En ese ejercicio, existe un elemento interesante en las nuevas autoridades que se han conocido. La administración entrante ha buscado sumar a talentos de una nueva generación, los que hoy están en los cuarenta años de edad. El futuro ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, es parte de esa nueva generación, al igual que Ximena Rincón, en la Secretaría General de la Presidencia;  Natalia Riffo, en el ministerio de Deportes  y el futuro intendente de Biobío, Rodrigo Díaz. Todos ellos tienen en común, además, su formación en Concepción y estrechos lazos con la región.

Esto es muy interesante como señal para nuestra comunidad local porque estamos escasos de nuevas ideas y liderazgos para los problemas que enfrentamos. Necesitamos el aporte de esa nueva generación en la toma de decisiones, y por sobre todo, su energía por generar cambios.

Pero no sólo desde el gobierno. También las organizaciones sociales están dando espacio a nuevos liderazgos; y desde las empresas es cada vez más común encontrar a una nueva generación de ejecutivos, que en muchos casos, ha desafiado las formas tradicionales de gestionar compañías. Salvo instituciones que aún no han comprendido que la renovación es vital para su desarrollo, son muchos los ejemplos que siguen esta tendencia.

Este es un cambio transversal que debemos promover en todos los ámbitos, sin por ello, desestimar la experiencia y buenas ideas de las generaciones mayores. Existe un sano balance intergeneracional  al que debiéramos aspirar para mejorar  la forma en que abordamos los crecientes desafíos que nuestra sociedad enfrenta. Lo disfuncional es pretender que los liderazgos sean inamovibles y que sólo las personas con muchos años de experiencia pueden encabezar la toma de decisiones.

A nivel global el panorama es más decisivo. Estamos inmersos en un mundo enfrentado a encrucijadas ambientales y sociales que requieren audacia e innovación. La extrema inequidad o los efectos del cambio climático están apremiando de forma urgente y sólo tenemos una generación para revertir esas tendencias.

Es entonces, esta generación de los 40 y tantos la que, desde posiciones de poder, deberá tomar un decisivo protagonismo. En ellos se concentra una nueva capacidad fruto de las mejoras en educación, el aprendizaje de los aciertos y errores de las generaciones anteriores, la apropiación de las nuevas formas de trabajo y relacionamiento, y lo que es más determinante, aún no pierden el impulso por enfrentar desafíos complejos y rebelarse al status quo.  Del éxito de los cuarentones de hoy, adolescentes en los 80’s, dependerá el futuro que nos espera.

Diario El Sur de Concepción, 27 de febrero de 2014

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