La Región no existe

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La Región del Biobío está en problemas. Esa es la opinión predominante en nuestra comunidad empresarial, política y entre líderes de opinión diversos. La lista de problemas incluye lo que se ha denominado “desindustrialización”, que significa una tendencia al cierre de plantas productivas. También se alude a un déficit de infraestructura, desde un puente mal hecho, rutas atochadas de autos, un tren de pasajeros que compite con el de carga, un estadio que no puede terminar, rutas en construcción con diseños odiados por vecinos, entre otras singularidades. La lista se amplía con lo que se ha llamado “fuga de talentos”, que significa la emigración de profesionales a otras zonas del país, de preferencia Santiago.

Desde cada ámbito de nuestra comunidad se podría hacer una lista de los problemas de la Región del Biobío. Y vemos grupos y personas muy preocupadas por ello y con una bandera común: el centralismo nos tiene así, la descentralización es el camino de solución.

Ser regionalista por estos días y especialmente en Concepción es una fe. Y como toda creencia, tiene conflictos con la realidad pero también la construye. Así, el credo regionalista le confiere al territorio llamado Región del Biobío un valor fundamental: La región del Biobío existe.

Y el problema de la Región del Biobío es que precisamente no existe. No es real. Es una ilusión. Una abstracción de territorio delimitado por un criterio que nunca se ha entendido y con el objetivo de que el centro administre mejor un grupo de provincias. Quizá un avance para los años 70, pero un problema para hoy y nuestro futuro.

Vivir en una región que no existe es el problema, porque nos aleja de lo que tenemos que hacer para desarrollarnos. Concepción hoy es una ciudad desde Colcura a Dichato que concentra casi 1,5 millones de personas. Cómo gestionar el futuro de esta pequeña metrópolis es lo que nos debiera tener ocupados, pero lamentablemente seguimos tratando de entender cómo cuadrar el círculo de un desarrollo regional que aún no entendemos cómo funciona. En esta fe porque la región exista llevamos demasiados años perdidos, con una brecha de crecimiento respecto del promedio nacional que ya debiera considerarse una situación crítica.

Mientras el mundo se desarrolla desde las urbes nosotros estamos ciegos a vernos como una ciudad y abrazamos un regionalismo con una determinación asombrosa.  Al reconocernos habitantes de una metrópolis emergente veríamos que nuestro propio centralismo es una oportunidad, pues desde lo económico a lo cultural, los beneficios de habitar en una urbe son notables. De nosotros depende que diseñemos el futuro del Gran Concepción como una ciudad moderna y próspera. El primer paso es reconocerla, entenderla y asumir, como lo hizo el “separatismo chillanejo”,  que esta región nunca existió.

Diario El Sur de Concepción, 14 de agosto de 2014.-

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