Nuevos puentes

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El Puente Bicentenario, con su acceso norte que no llega a ningún lado y el Puente Viejo, que después del terremoto ha quedado como un vestigio del desastre podrían ser la mejor metáfora para nuestra crisis de confianza.

Dentro del menú de problemas para nuestro desarrollo, esta crisis de confianza, que en algún momento fue un factor lateral, hoy es estructural, y define la escasa viabilidad para innovaciones. En buena hora, el Ministerio de Energía se ha propuesto dar un paso más allá a través de un proceso participativo para impulsar la asociatividad en el sector de generación, la que operaría especialmente sobre nuestro déficit de confianza crónico.

Es interesante que la asociatividad, concepto propuesto antes por los teóricos de la innovación y emprendimiento, tenga un nuevo valor en la cancha del desarrollo energético. Esta  asociatividad que busca el ministerio es entre el Estado, la comunidad y las empresas generadoras, exactamente donde es más difícil lograrla, pero también donde es más urgente.

Generar confianza entre las partes y un marco institucional para construir en conjunto el desarrollo social, económico y ambiental local es el objetivo. Como principios orientadores se propone la participación y transparencia, entre otros, que por su ausencia explican la creciente conflictividad entre proyectos de energía y comunidades.

La iniciativa es muy valorable, pues se ha nutrido del conocimiento local a través de talleres como el realizado recientemente en Concepción. Allí confluyeron académicos, profesionales sectoriales, representantes de organizaciones sociales, de ONG´s, consultores, sindicatos y gremios que en mesas de trabajo discutieron sobre cómo debieran relacionarse las empresas y la comunidad, cómo generar beneficios compartidos y cómo llegar a estándares participativos para el desarrollo de los proyectos de inversión.

En mi mesa, compartí con dirigentes de sindicatos pesqueros, miembros de ONG´s y  un ejecutivo de una empresa generadora. El nivel de consenso que tuvimos respecto de la necesidad de asociatividad contrasta con la dificultad que existe para el diálogo positivo allí donde ya el  conflicto se ha declarado. También tuvimos un claro acuerdo respecto de que la desconfianza  está limitando las enormes capacidades de innovación que existen en esta virtuosa asociatividad y en su grado máximo, esa desconfianza ha sido suelo fértil para la corrupción a través del dinero.

Existe una manera de convivir entre industria y comunidad que es virtuosa y para nuestra región significaría una clara ventaja para el desarrollo local. Tomar la iniciativa en esto es clave para nuestro futuro y no hacerlo es dejarle espacio a quienes han visto en estos conflictos un negocio redondo. Estos son los puentes cortados que también nos debieran avergonzar.

Diario El Sur de Concepción, 11 de septiembre de 2014.-

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