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Un nuevo milagro

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Por estos días, el debate por la campaña presidencial ha puesto en escena dos visiones predominantes de desarrollo. Una, liderada por la ex ministra Matthei,  que insiste en que el crecimiento económico y estabilidad es el motor para salir de los problemas sociales y la otra, liderada por la ex presidenta Bachelet, con un programa reformista basado en tres pilares: reforma tributaria, educacional y política (nueva Constitución).

El reformismo de la Nueva Mayoría, coalición que está en la mejor posición para ganar la elección, ha sido criticado porque pone en riesgo el “milagro chileno”, caracterizado por un sostenido crecimiento económico que ha permitido disminuir drásticamente la pobreza. Ese proceso fue fruto de las reformas que liberalizaron la economía e impulsaron el rol privado en el desarrollo del país, originado en la dictadura y adaptado por los gobiernos de la Concertación.

Este milagro ha llegado a una instancia decisiva. La percepción mayoritaria es que los beneficios de este proceso han favorecido a una mínima porción de chilenos y al resto no ha llegado la prosperidad que se auguró. Bajas pensiones, una educación de mala calidad y cara, deficiente acceso a salud y vivienda, ciudades segregadas, delincuencia, entre otros, son el listado de los contra que se enrostran hoy a la clase política.

Al examinar la confianza en nuestra sociedad – lo que equivale a un examen de sangre de un paciente- nos muestra que sólo el 13% de los chilenos expresa alta confianza en sus conciudadanos, lo que nos ubica como el país con menor confianza ciudadana de los miembros de la OCDE.  Otro indicador interesante es que el 38% de los chilenos reporta que le es difícil o muy difícil vivir de sus ingresos actuales. El promedio OCDE es 24%. En tanto, el informe Latinobarómetro de 2011 muestra para nuestro país una baja generalizada en la confianza en todas las instituciones medidas, entre ellas, iglesia, medios de comunicación, gobierno y empresa privada, tendencia que persiste en la medición de 2012.

¿Cómo se explica esa desconfianza entre las personas? La raíz del problema está en la conocida desigualdad de ingresos que tenemos, con un coeficiente de Gini de 0,50, muy por sobre del 0,31 promedio de  países miembros de OCDE.

Nuestro modelo de desarrollo ha generado situaciones de exclusión que están dilapidando la confianza y así lo estamos viendo a través de la proliferación de conflictos y ese estado de malestar que se expresa en las calles y que las candidaturas emergentes buscan capitalizar. Atacar la desigualdad es el desafío de esta generación, como lo fue disminuir la pobreza hace 20 años.

La Nueva Mayoría tendrá la responsabilidad de liderar las reformas que reviertan estas situaciones de exclusión y seguramente no será un camino ideal exento de tropiezos. La crisis de representación de nuestro sistema político es la principal debilidad para este impulso reformista. Así, lograr una sociedad más equilibrada y con mayor confianza ciudadana será un verdadero milagro. El milagro que nos falta para ser un país próspero de verdad. 

 

Diario El Sur de Concepción, 7 de noviembre de 2013.

Valor Sustentable

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Chile cambió. Esa es la más recurrida respuesta para la pregunta sobre porqué inversiones industriales presentan tanta conflictividad, o porqué existe tanto descrédito hacia el mundo empresarial de parte de la ciudadanía. Las explicaciones a detalle dan cuenta de un fenómeno que se presume propio de nuestro desarrollo hacia una sociedad más empoderarada, más sensibilizada con la defensa del medioambiente, más activa frente al poder económico y, por sobre todo, más informada.

Todo esto es cierto. Y también es cierto que el poder para dirimir estos conflictos ya no descansa en una sola institucionalidad. Los tribunales hoy ponen en jaque permisos ambientales, autoridades sectoriales colisionan en sus decisiones con autoridades locales y desde la prensa se cubren estos conflictos – a veces con poco acierto- desde la dramaturgia de los débiles que enfrentan a los poderosos.

Todos estos factores configuran un clima bastante hostil para cualquier inversión de carácter industrial, en especial, aquellas que se basan en la explotación de recursos naturales.

El enfoque de la responsabilidad social empresarial ha sido la nueva tendencia que ha encaminado a empresas a mirar sus negocios con las externalidades que antes eran ignoradas. En Chile, esta visión se ha difundido rápidamente por estos conflictos y ya son muchas las empresas que llevan estrategias o programas de RSE con decisión, pero con un alcance menor en la transformación de las estrategias de negocio de esas compañías. En la práctica, el ADN de la empresa tradicional no ha mutado por efecto de la RSE.

En el fondo, lo que está cambiando en Chile y en el mundo es cómo concebimos el valor que crean las empresas. La clásica frase de Friedman, “el negocio de los negocios es hacer negocios” resume la visión tradicional de creación de valor desde las empresas. Una visión que se refleja en los balances y reportes financieros de las compañías, en que el valor económico es todo. Pues no lo es todo y aún más, esa visión es disfuncional para hoy.

Lo que se está demandando de las empresas, en especial de aquellas con mayor influencia, es que persigan propósitos que incluyan a los ciudadanos y que velen por que a las futuras generaciones les dejemos un planeta habitable. Esto está determinando que la concepción de creación de valor desde las compañías se abra al valor ambiental y social que se derivan de sus negocios. Desde esta perspectiva, las oportunidades son amplias. Así, marcas que logren un sentido, generando valor para ellas, para la comunidad y para la naturaleza podrán gozar de mayor durabilidad y mejores retornos.

De esto trata la sustentabilidad, un enfoque de negocios que mira a las compañías y los desafíos sociales y ambientales desde una concepción holística, contextualizada en las serias tendencias que marcan nuestra época: cambio climático, inequidad social, pobreza, etc.; y en las maravillosas potencialidades tecnológicas y humanas que poseemos para generar prosperidad. Este es el cambio que la porfiada realidad nos está enseñando y que aún no logramos entender.

 

Diario El Sur de Concepción, 10 de octubre de 2013

Los ecos de Chile

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Carmen Hertz es recreada en una muy bien lograda serie estrenada esta semana, en televisión abierta, bajo el título “Ecos del Desierto”. Es la historia de la heroica búsqueda de justicia de la abogada quien, desde la Vicaría de la Solidaridad, combatió la tortura y la desaparición perpetrada por la dictadura. Los primeros dos capítulos fueron estremecedores al presentar la traición, el miedo, la cobardía y la crueldad de la Caravana de la Muerte comandada por Arellano Stark, y por sobre todo, la valentía de la protagonista. Los inmediatos elogios por la factura de la serie -a cargo de Andrés Wood- y un elenco deslumbrante, son más que merecidos.

En una entrevista en vivo, luego de emitido el primer capítulo, Carmen Hertz dijo que la conmemoración de estos 40 años del Golpe ha sido como la apertura de un dique con intensas emociones contenidas. Qué duda cabe. Más allá de la agenda de perdones y mea culpa de instituciones y políticos, ha sido la memoria, hoy en HD, la que se ha apoderado de la atención de la ciudadanía.

Para la generación de los 70´s, la conmemoración de estos 40 años ha sido recordar y revivir los más oscuros episodios de nuestra historia. Llevados al presente, queda en evidencia la división que persiste, tanto por el golpe mismo como por lo que ocurrió después y la impunidad que persiste.

Arellano Stark moderó su condena por los horribles crímenes que llevó a cabo aduciendo la misma senilidad que Pinochet. Antes, sus atrocidades fueron amnistiadas bajo las reglas que se impusieron para sí mismos los militares en su gobierno de facto. Así, eludir su responsabilidad, silenciar la verdad y atropellar la justicia ha sido la historia de quienes violaron los derechos humanos en esos años.

La justicia en la medida de lo posible ha marcado la historia post dictadura y ha sido la barrera para avanzar hacia una maduración de las heridas de toda una generación de chilenos que sufrieron la opresión. Esa calidad de justicia es la que en 2013 parece aún más incomprensible.

La valentía de Carmen Hertz retratada en “Ecos del Desierto” es el coraje de todos quienes, desde la Vicaría de la Solidaridad y otros colectivos, arriesgaron el pellejo por proteger a seres humanos del exterminio y buscar justicia. Desde la acción no violenta generaron un vital espacio de lucha contra el miedo que a la distancia de los años sólo engrandece su trascendencia. Esa capacidad de resistir y de embestir la tiranía con la más genuina humanidad es tal vez el ejemplo más universal que debemos rescatar de la pesadilla vivida y debiera ser el legado que las nuevas generaciones atesoren.

Porque a la distancia de los 40 años, lo que Chile vivió fue más que una crisis política. Fue una crisis de humanidad, cuyos ecos aún resuenan desde los temibles pasillos de lo que fueron los centros de detención y tortura; desde las sordas y empinadas escaleras de tribunales y en la persistente memoria de familiares de cada víctima. En especial, de aquellos que aún no saben dónde están.

 

Diario El Sur, 12 de septiembre de 2013

 

Ganan los buenos

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En un estudio sobre frecuencia de palabras en textos en inglès que abarcó desde 1800 a nuestros días – utilizando herramientas Google- se determinó que en escritos de principios del siglo XIX era nueve veces más común la palabra “dar” que “obtener”. Hacia el 2000, “obtener” superaba por el doble de veces. El dato los obtuve desde el perfil de Facebook de uno de los investigadores estadounidenses más influyentes por estos días, Adam Grant, quien ha destacado por su reciente libro “Give and Take”.

Su tema es una revolucionaria aproximación al fenómeno del éxito, asunto que en nuestra sociedad tiene variables previsibles y rígidas, pero que en sociedades más meritocráticas ha sido fuente de investigaciones académicas y que han derivado en teorías aplicables a organizaciones, educación y desarrollo personal, entre otros.

Grant plantea que durante generaciones nos hemos explicado el éxito individual desde la pasión, el trabajo duro y la suerte. Pero en el nuevo mundo que se ha configurado, el éxito está dependiendo con mayor énfasis en cómo interactuamos con otros.

El enfoque particular de Grant expone que en las interacciones funcionales, los individuos desarrollamos tres perfiles posibles. Los “takers” (tomadores), los “matchers” (comparadores) y los “givers” (dadores). Los primeros se enfocan en obtener lo más posible de otros, los segundos hacen intercambios por conveniencia y los últimos, aquellos que constribuyen a otros sin esperar nada a cambio.

Si nos preguntamos quiénes son los que alcanzan el éxito en el trabajo o en la vida, lo más probable es que coincidamos en que los tomadores, o los winners, son los que predominan. Sujetos decididos a obtener el máximo de provecho de otros estarían destinados a ganar, siempre. Tan es así que, incluso, muchos adultos animan a niños y jóvenes a entender el mundo con esa lógica como herramienta para el futuro.

Adam Grant expone que esa idea está errada. Los winners no son los que ganan en este mundo y no son los que están liderando los nuevos escenarios. Son los dadores o givers, quienes están influyendo, especialmente en el mundo de la empresa. Y por una razón muy simple: son los que obtienen mejores resultados por los positivos efectos de su particular forma de interactuar con otros. No sólo son capaces de compartir sus conocimientos, también son capaces de inspirar a otros y permitirles desarrollar sus talentos con mayor libertad y sin la restricción de una recompensa.

Grant sostiene que la creación de redes eficaces, colaboración, influencia, negociación y habilidades de liderazgo terminará con la idea de que «los buenos terminan siempre en el último lugar».

Más allá de que este libro pueda ser toda una satisfacción para los que detestamos el perfil winner que predomina en nuestra cultura local, es interesante extrapolar los beneficios de la contribución a los demás para enfrentar los problemas que nos aquejan por estos días. Desde el centralismo que nos enrabia hasta la pobreza que nos avergüenza.

Diario El Sur, 15 de agosto de 2013

 

¿De qué estamos hablando?

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Antes, los políticos hábiles lograban influir con sus discursos en los temas de conversación de la ciudadanía. Hoy, la gente común y corriente habla de lo que debieran hablar los políticos. Me refiero a que entre los que no somos políticos estamos muy interesados en qué tipo de educación necesitamos, qué hacer con las pensiones, con los impuestos, con el mercado del trabajo, con la calidad de programación de la TV, con los transgénicos, las represas, las termoeléctricas, el humo en las calles…en fin, estamos muy atentos a tener una posición respecto de estos y muchos otros temas públicos. Según yo, esto es política también, porque nos importa lo que está pasando y queremos hacer algo. Aunque ese algo sea tan personal como una opinión expresada con seguridad.

Entre toda esta nube de temas que están en cada sobremesa, hay uno que distingo con mayor curiosidad. Y es este relato de la gratuidad en educación. En algún momento el debate sobre la calidad en educación derivó en cómo se paga y hemos escuchado una aspiración de solidaridad y de consagrar la educación como un derecho. Pero también a veces suena como “quiero educación gratis para mí”. Como ocurre con el reclamo por las pensiones que suena a “quiero una buena pensión para mí”.

Lo que le falta de manera fundamental a la demanda por educación gratis es el para qué. El porqué está claro. “No puedo pagarla” o “es injusto pagarla”. El problema es el para qué ¿Quiero educarme gratis para ser un profesional que pueda llevar una familia, comprar una casa, ir de vacaciones, tener un auto y un perro que me reciba cuando llegue a la casa? O quiero educarme gratis para ser el médico que falta en Tirúa, para ser el ingeniero de proyectos de la municipalidad de Pemuco,  o para ser el profesor de  matemáticas en la escuela Chacayal de Santa Juana?

Los mayores que estudiaron gratis en décadas pasadas cuentan con nostalgia que los jóvenes profesionales salidos de ese sistema tenían una vocación que hoy no existe. Puedo imaginar un joven médico ensillando un caballo para salir a ver pacientes por senderos nevados en Alto Biobío, por ejemplo. Que esa vocación no exista hoy ha sido una de las grandes derrotas de nuestro sistema universitario. Jóvenes llenos de sueños y energías, versus, jóvenes llenos de miedos y deudas.

Entonces, es fundamental pensar en el para qué queremos que el Estado nos asegure educación gratuita, porque es precisamente el fin lo que hará justo o injusto el derecho a la gratuidad. Si el fin de la educación de un chileno será un beneficio personal que ocasionalmente tendrá un aporte a la sociedad, tal vez no sea tan justificada su gratuidad. Pero si el fin será aportar al país como voluntad fundamental, pues tiene toda la justificación del mundo.

En definitiva, si no agregamos el para qué a la pancarta de educación gratuita es probable que de todas formas termine siendo gratuita en pocos años más. Pero no por ello será más justa y próspera.

Diario El Sur de Concepción, 20 de junio de 2013.

¿Nueva mayoría?

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Hoy es gratis pegarles a los políticos, sobre todo a través de columnas en diarios y twitteos insolentes. Es gratis también darle a las empresas, en especial a los bancos, isapres, AFP´s, retail e industrias. Pareciera que todo está corrompido por el voraz apetito del poder y el dinero fácil, a costa de los más débiles: los consumidores, los ciudadanos, la gente de a pié, el electorado.

Es cierto que muchos políticos por estos días llevan el estandarte de los desubicados y ya son muchos los casos de abusos de empresas con cobros unilaterales con mucha letra chica en acción. Desde la galería vemos una absurda competencia por poder y dinero que está generando trabas para tomar en serio los temas públicos que debieran ocuparnos.

Es un riesgo estar en este estado de cosas porque genera un clima de opinión cada vez más denso y con un pretendido triunfo de la idea del complot desenmascarado. En ello, muchos ya piensan que el sistema chileno está acabado, bueno para nada y que tiene un valor ético desecharlo a la brevedad y con rudeza.

Cómo llegamos a esto ha sido evidente para todos. Llevamos años de torpezas y de conflictos no resueltos que han terminado por desafectarnos de lo que antes nos enorgullecía: la vía chilena al desarrollo, o como quiera usted llamarle a ese rayado de cancha que permitió avances importantes en progreso social y toda una rareza por estos lados del mundo.

Hoy es gratis darle a los políticos y a las empresas porque para gran parte del país ya es insoportable estar sometido a un poder, ya sea político o económico, que abusa de su posición dominante y que reproduce condiciones de privilegio injustas. Es insoportable también la incapacidad de los liderazgos para dialogar de forma inteligente, para dar por encima del interés propio y para empatizar con las aspiraciones de la sociedad.

¿Qué podemos esperar? Considerando un futuro más amplio, estamos en un problema bastante espinudo. No sabemos muy bien para dónde ir y la clase política no da el ancho para los desafíos que enfrentamos. Es probable, incluso, que el próximo gobierno ni siquiera pueda conformar una mayoría con un norte común, porque ya no existe este norte común y los discursos de los actuales candidatos presidenciales son prueba de ello.

¿Qué podemos hacer? Aprovechar lo que tenemos a mano. Por ejemplo, votar en las primarias presidenciales. Como sea, ese proceso es parte de los cambios que le hacen bien al país, porque le pone competencia a los líderes políticos y a las visiones de país. Hoy todas se enuncian como equivalentes, pero en el conteo de votos podremos ordenar cuánto pesa cada propuesta y en la elección final cuánto pesan las alternativas que corren por fuera de los pactos tradicionales.

Así, será la competencia la que nos libre de este malestar y no la borrachera de insultos y slogans que estamos escuchando por estos días. Serán las propuestas y no los reproches los que ordenarán la visión común que nos falta. Y será el respeto y no la soberbia lo que cambiará la forma de dialogar. Quién sabe si desde ahí surge la nueva mayoría que hoy no se ve.

 

Diario El Sur, 23 de mayo de 2013.-

Nuestra Sequía

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El proyecto para llevar agua desde la desembocadura del Biobío hacia el norte minero es una idea para muchos descabellada y carísima pero que puede significar un giro fundamental para el desarrollo del país. Transportar un recurso natural a miles de kilómetros para hacer próspera una zona es una completa innovación para un país como el nuestro.

Mientras este proyecto avanza, otro ducto está en operación y ya está generando problemas estructurales en nuestra zona que precisamente afectan nuestras opciones de prosperidad. No es un ducto que transporta recursos naturales, sino uno que transporta recursos humanos.

El boom minero y el despegue de Santiago como ciudad conectada al mundo están provocando una sequía abrumadora de talentos en ciudades como Concepción, que han visto estancada su energía para generar prosperidad. Las grandes industrias que mueven la economía regional ya están evidenciando esa fuga de trabajadores, profesionales y técnicos y se prevé que la tendencia se acrecentará este año y los próximos. Esta novedad es más bien un proceso que se ha venido agudizando y que explica en gran parte una permanente fuga de talentos que ha debilitado un órgano clave para nuestro futuro: la materia gris colectiva.

El debilitamiento de nuestra capacidad para impulsar nuevos proyectos y generar  ideas para hacer más próspera nuestra ciudad o región es tan evidente que muchos ya sentimos  un silencioso malestar y decepción. Un factor que acrecienta este estado de cosas poco auspicioso es que la agenda de nuestro desarrollo hoy está bajo el monopolio del Estado y sus limitaciones. Aún más, no nos consta que exista tan nítidamente como suponemos.

¿Significa esto que no hay más remedio que acomodarse a lo que hay? Por cierto no. Y este año debiéramos impulsar desde la ciudadanía más inquieta un ánimo renovado por ocuparnos de nuestra prosperidad. Estoy pensando en construir una visión de futuro que supere los desafíos de la reconstrucción que sin duda también han restado impulso para estas cosas.

En este propósito, activar las redes profesionales, de gente emprendedora e inquieta por el desarrollo de nuestra ciudad es urgente. No podemos esperar que desde el mundo político aparezcan luces definitivas sobre lo que podemos hacer.  Más aún, en un año electoral la política estará ocupada de su agenda de poder más que de proponer transformaciones de futuro genuinas. 

Hay una pregunta que es más dura de plantearse pero que de la que no podemos zafar. ¿Tenemos una elite que pueda hacerse cargo de este escenario? Yo creo que no, pues prácticamente no existe una elite pensante que tenga visibilidad en la ciudad. Más bien hay figuras, promesas y liderazgos debilitados. A ratos da la impresión de que ya el partido se jugó y muchos están acostumbrándose a un pésimo resultado. En fin, es difícil ser optimista estos días por las calles penquistas… juntémonos a tomar un café por ahí, ese es el primer paso para soñar una ciudad mejor.

  

Diario El Sur de Concepción, 28 de marzo de 2013

El Disco Rayado

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Algunos sectores de nuestra ciudad tienen una miopía que debemos desterrar de forma urgente. Es la miopía del regionalismo, que se expresa en una baja capacidad para abrirse a trabajar y confiar en personas de fuera. Muchos que promueven el regionalismo en el ámbito político, económico y cultural no están conscientes del daño que hacen a la región porque espantan oportunidades en vez de generar nuevas.

Más aún, el regionalismo es un evidente discurso con centro en Concepción y representa una dimensión de la ciudad que es la más conservadora.

Este ideal regionalista se funda en que por el sólo hecho de vivir en Concepción somos los únicos que merecemos vivir aquí, trabajar aquí, emprender aquí, hacer artes aquí o hacer política aquí. También incluye la ilusión de que todo lo que hacemos los penquistas vale la pena y que somos más conocedores de nuestros problemas. Sin embargo, ese razonamiento es limitante y errado.  

Hoy el talento está en todas partes. Y quiero ejemplificarlo con una experiencia personal reciente y de la que estoy más que orgulloso. Yo soy músico. Y tengo una banda de rock, Los Brando, y en 2011 grabamos un disco con 11 canciones originales. Nuestras canciones son en inglés. El registro lo hicimos en la Sala 2 de Concepción y en el Roombar. Para ello ocupamos equipos de estudio profesionales y los trasladamos a cada lugar. El sello que nos editó el disco es de Valdivia, Discos Tue Tue. La mezcla del disco la hicimos en Talcahuano con un ingeniero local y la masterización, en Santiago, con uno de los más reconocidos ingenieros de sonido del país. La fotografía es de un penquista y el diseño lo hizo una artista santiaguina. Lo editamos en CD y en vinilo, que fue fabricado en un taller en México. La impresión de la carátula fue en Santiago. Hoy nuestro disco se distribuye en Valdivia, Concepción y la capital. Además, la primera vez que nuestro single, “Cold”, sonó en una radio fue en…. Inglaterra. El disco se puede descargar por Soundcloud y tenemos videos en un canal YouTube en el que hemos recibido positivos comentarios desde Estados Unidos, Brasil y por cierto, Concepción.

El resultado de este disco ha sido mucho más de lo que pudimos imaginar cuando comenzamos a juntarnos en 2010. Y una de las claves de ello, aparte del talento musical y el trabajo de banda, ha sido abrirnos a trabajar con personas de otras ciudades. De hecho, salimos a contactar gente para que nos colaborara.

Esta experiencia es el contraejemplo a mirarse un ombligo cada vez más aburrido. Hay muchas experiencias similares de empresas inmobiliarias locales, pymes de servicios industriales, consultoras de servicios profesionales, gestores culturales y por cierto otros músicos y artistas que no han abrazado la bandera regionalista como una traba para juntarse con otros para hacer algo mejor, vengan de donde vengan.

Entonces, dejemos el disco rayado del regionalismo y abramos nuestros oídos a las nuevas cosas que podemos hacer con personas que no son de acá. El mundo es más grande que nosotros.

 

Diario El Sur, 31 de enero de 2013

Goles v/s olores

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¿Cuál es la imagen que nos queda del 2012 en la retina? Si le tocó nacer por estos lados, sin duda que el triunfo de Huachipato debiera estar entre las imágenes más destacadas. En especial por la angustiosa final que le puso una tensión casi heroica.

En la agenda nacional, el caso Freirina podría calificar como imagen del año. El episodio de una planta industrial con serias deficiencias ambientales que generó una escalada de protestas desde la comunidad tuvo su clímax con el cierre indefinido de la fábrica de Agrosuper, con un costo para la compañía superior  a los 400 millones de dólares. Las exigencias de la autoridad ambiental para la operación de la industria hicieron inviable su funcionamiento y de paso, puso una nueva alerta en la comunidad empresarial respecto de la distancia del gobierno de Piñera con los industriales.

En esta reducción antojadiza de lo que fue el 2012 –pude haber tomado otras historias, obvio -, hay un par de elementos que me pueden servir para comentar lo que finalmente quiero decir.

En primer lugar, Freirina y el triunfo de Huachipato tienen como protagonistas a dos empresas chilenas: CAP y Agrosuper. Y muestran dos formas de concebir la actividad productiva en épocas muy distintas.

La siderúrgica Huachipato es un testimonio de la industrialización del país en la primera parte del siglo XX y que tuvo una profunda transformación social en las ciudades donde ocurrió. La extensión de la actividad productiva hacia la vida comunitaria fue una necesidad para este proceso de industrialización. Eso explica que Huachipato tenga un club deportivo de alto nivel, de larga data y que genere tanta identidad. Este club, que es una rareza en nuestro medio deportivo y casi una excentricidad para los ojos de la industria actual, muestra en plenitud la lógica de relación de una industria y su comunidad que se forjó en el siglo pasado. Que aún se mantenga es todo un mérito que desafía la lógica de eficiencia que se apoderó de los criterios productivos.

Agrosuper, con su planta en Freirina, en tanto, es una muestra de los nuevos criterios productivos que imperan en la actividad industrial y que lamentablemente habían desplazado la vinculación con la comunidad como una necesidad. Desde esta lógica, la generación de empleo es vista como un beneficio social suficiente para alcanzar una licencia social y operar con tranquilidad. En este caso ha quedado en evidencia que no sólo se les exige a las industrias una operación ambiental impecable, sino que además es estratégica una relación sostenida con sus vecinos para gestionar las nuevas controversias que están apareciendo derivadas de la nueva bandera comunitaria que se ha instalado en nuestro país: la defensa de la calidad de vida.

Estas dos imágenes del 2012 nos dejan más preguntas que respuestas respecto de cómo avanzar en el desarrollo industrial del país y si es posible compatibilizar eso con el interés de las comunidades vecinas. El 2013 pondrá a prueba nuestra inteligencia para que este dilema no termine pasándonos la cuenta.

Diario El Sur, 3 de enero de 2013

Conquistemos Perú

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Hoy el equipo jurídico chileno inicia su presentación en La Haya por la demanda peruana sobre límites marítimos que hemos seguido por televisión. Además Bolivia ha dado a conocer que tiene concluida su demanda contra Chile por la salida al mar y buscará abrir un proceso en la misma corte internacional.

La judicialización de nuestras fronteras con Perú – y pronto con Bolivia- se ha tomado nuestra agenda y más allá de los argumentos que existen y de la historia estamos ante una evidencia que no debiera asombrarnos.  Hemos tenido asuntos pendientes con estos países vecinos siempre. Por las razones que sean, no hemos podido zafar de las demandas históricas.

Este ha sido uno de los argumentos para mantener una política de disuasión de conflictos bélicos llevada a cabo a través de la compra de armamento para el equilibrio de fuerzas. Según esta tesis, estar fortalecidos militarmente asegura una paz duradera, pues ningún país vecino tendría la tentación de iniciar un conflicto armado.

Pero la realidad es más compleja que eso. El intercambio entre Perú y Chile hoy es asombroso. Además visitamos Perú con entusiasmo y asombro por sus atractivos turísticos y muchas familias peruanas buscan un mejor futuro en nuestro país. Pero hay una cruel ironía en este ir y venir fronterizo. Mientras nosotros principalmente vamos a descansar a Perú, ellos vienen a trabajar duro, con la pena por dejar a sus familias.

Durante gran parte del siglo XX,  familias chilenas – como hoy las peruanas- se separaron buscando mejores oportunidades pasando las fronteras también. Argentina fue el lugar de prosperidad para muchos compatriotas que finalmente terminaron radicados allá y añorando su país.

Esto refleja que la relación entre nuestros países es obviamente más que límites, tratados y armas. Es sobretodo una vinculación de historias de vida. Visto desde esta vereda, Perú es un país que debemos conquistar, no con poder militar ni económico, sino con una manera de ser que genere primero respeto y desde ahí afecto.

Esto supone cambiar algunos rasgos nuestros y sin duda abordar los temas pendientes como los límites, pero también complementar esa agenda con iniciativas que nos unan y nos permitan descubrir nuestras culturas y finalmente darle un giro a la historia escrita entre ambos pueblos.

Entonces, lo que pase en La Haya es relevante para los temas pendientes que tenemos por nuestras fronteras pero es una pequeña dimensión de todo lo que nos une con el pueblo peruano. Sería nefasto que en este proceso judicial se enfatizara  la defensa de soberanía como una forma de honrar la sangre derramada, pues es una idea que no supera la lógica del odio y de la brutalidad.

Creo que la mejor forma de honrar a los caídos de ambos lados y a los que hoy estamos vivos es limitar ese impulso nacionalista y mirar todas las oportunidades que tenemos a través de una convivencia más cercana y fraterna. No por que podamos conseguir algo para nosotros sino porque apreciemos vivir en armonía como un fin en si mismo.

 

Diario El Sur de Concepción, Chile

6 de diciembre de 2012